Me tiene enamorada. Un gran café como en los años 50, todo en madera decorado, guardando el mejor estilo de los grandes años del siglo XX. Todo ello contextualizado en un restaurante, una vermuteria y una casa de comidas. Esencias pasadas en pleno siglo XXI.
A todo eso debemos sumarle lo que para mí es un gran atractivo, el momento portera. Y digo esto porque estás sentado tras unos ventanales gigantes donde la Gran Vía y sus transeúntes se muestran en todo su esplendor.
Así en ese entorno tan chic uno podría pensar que es caro y de escasa personalidad, todo bastante lejos de la realidad.
Nos va a sorprender su estilo, su servicio, su carta y platos bien cuidados. Y, además, nos llevaremos otra sorpresa cuando, como yo, tomes tres raciones (no muy grandes, pero si suficientes), tomes tres tercios por barba (éramos tres) y apenas llegue la cuenta a 14 euros persona.
Lo primero os destaco el aperitivo, unas ricas patatas fritas de las de verdad, y luego unas cortezas también de verdad, nada de lo que nos tienen acostumbrados los bares actualmente.
Nuestra selección a carta fueron las patatas bravas, ojo ricas, pero auténticas. Unas albóndigas en salsa muy castellanas, y unas croquetas sublimes. Imperdonable no probar estas últimas.
Buen ambiente, buena comida, un entorno perfecto para estas tardes de charlas infinitas en las que no deseamos que nada ni nadie nos incordie.
Dirección: Gran Vía, 11, 28013 Madrid
Teléfono: 915 24 23 05
Por todo lo alto 